La sociedad avanza y las personas mayores de hoy en día son diferentes a las de hace 40 años, cambian las preferencias y los proyectos de vida que, cada vez más, giran en torno a la idea de autodeterminación, calidad de vida y envejecimiento activo. Quieren continuar llevando las riendas de sus vidas aunque surjan situaciones de dependencia, participar en la toma de decisiones relativas a sus cuidados y mantenerse integradas en la comunidad, generando impacto social en el entorno en el que se ubican. 

No obstante, las políticas sociales y los servicios ofertados para este sector de la población continúan anclados en el pasado, centrados en la carencia y entendiendo a la persona como mera receptora de cuidados.

Ante este panorama, el senior cohousing aparece como una opción muy atractiva; autodeterminación, cooperación, participación, solidaridad, apoyo mutuo, capacidad de decidir, integración, comunidad y otras muchas palabras que nos acercan al concepto de envejecimiento activo y saludable. 

Pero este modelo no es generalista, en una sociedad donde la individualidad es un valor en alza, no todas las personas están dispuestas a apostar por la fuerza de lo común. El senior cohousing requiere un cambio de perspectiva, de “dejar de pensar en mí, para pensar en nosotros y en nosotras”, pero también necesita el apoyo y la promoción por parte de las administraciones públicas. 

Es necesaria una revisión en profundidad de las políticas sociales dirigidas a las personas mayores, poner en el centro la promoción del envejecimiento activo y la prevención de las situaciones de dependencia. Incluir el senior cohousing o viviendas colaborativas en las normativas de servicios sociales y atención a la dependencia permitiría la viabilidad de estos proyectos en el tiempo. 

Muchos proyectos en funcionamiento nos muestras que la vida en un senior cohousing puede ser más asequible que una plaza en residencia, pero sigue siendo indispensable el apoyo público para hacer frente a los elevados costes del cuidado, para que cualquier persona, sin importar su poder adquisitivo, pueda vivir en comunidad si así lo desea. 

Estamos hablando de una forma de convivencia que tiene unas particularidades concretas, y que son esas particularidades las que convierten el recurso en una potente herramienta de innovación social. 

El envejecimiento activo es posible gracias a la autogestión, la participación, el cooperativismo y la autonomía de las personas que en el participan, y lo que marca la diferencia con el actual modelo residencial. Las normativas a desarrollar deben tenerlo en cuenta, poniendo en valor todos y cada uno de los elementos fundamentales que demuestran que la autogestión de la vejez es el futuro.